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Diecinueve por ciento de las cefaleas de la COVID-19, sobre todo las más intensas, cronifica

Evolución desconocida a largo plazo

El dolor de cabeza es un síntoma frecuente de la COVID-19, pero su evolución a largo plazo sigue siendo desconocida. El objetivo de este estudio fue evaluar la duración a largo plazo de la cefalea en pacientes que presentaron dicho síntoma durante la fase aguda de la enfermedad.

Este es un estudio multicéntrico que incluyó a 905 pacientes de seis hospitales españoles de tercer nivel, reclutados entre marzo y abril de 2020, que completaron un seguimiento neurológico de nueve meses.

La mediana de edad fue de 51 años, 66,5% era de sexo femenino y más de la mitad (52,7%) tenía antecedentes de una cefalea primaria. Cerca de la mitad de los pacientes precisó el ingreso (50,5%) y el resto fue tratado en esquema ambulatorio. El fenotipo de cefalea más frecuente fue el holocraneal (67,8%), con una intensidad grave (50,6%).

Dieciséis por ciento se mantiene a los nueve meses

La duración de la cefalea, dato disponible en 96,6% de los casos, fue de 14 (6 a 39) días de media. En 31,1% la cefalea persistió después del primer mes, en 21,5% se mantenía a los dos meses, en 19% a los de 3 meses, 16,8% después de seis meses y en 16% a los nueve meses.

El Dr. David García Azorín, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y coautor del estudio, comentó a Medscape en español: La duración mediana de la cefalea COVID-19 está en torno a las dos semanas, no obstante, casi 20% de los pacientes tiene una duración más prolongada y si la cefalea persiste a los dos meses, lo más probable es que adopte un patrón crónico.

«Por tanto, es importante aprovechar esa ventana de oportunidad y ofrecer tratamiento entre las seis y doce semanas, en caso de que no remita. Para ello, realizar un esquema de tratamiento preventivo que aumente las probabilidades de mejora del paciente es la mejor opción», destacó.

En el estudio los pacientes con cefalea persistente después de nueve meses fueron mayores, en gran parte mujeres, tenían menos frecuencia de neumonía, dolor punzante, fotofobia o fonofobia y empeoramiento de la cefalea con actividad física, pero una menor frecuencia de cefalea pulsátil.

Cefaleas secundarias tensionales

Por otra parte, el Dr. Jaime Rodríguez Vico, jefe de la Unidad de Cefaleas del Hospital Fundación Jiménez Díaz de Madrid, comentó a Medscape en español que según su casuística, las características más llamativas de las cefaleas pos-COVID-19 «en general son secundarias de características tensionales que los pacientes diferencian bien de otros tipos clínicos de cefalea. En pacientes con migraña vemos muy a menudo que se trata de un factor desencadenante, esto es, que facilita mayor número de migrañas y más intensas».

«Por lo general suelen durar entre una y dos semanas, pero tenemos casos de varios meses e incluso de más de un año con cefalea diaria persistente. Estos casos tan persistentes probablemente asocian otro tipo de patología que les hace más susceptibles a la cronificación, como ocurre en otro tipo de cefalea primaria que conocemos como cefalea persistente diaria de inicio reciente», refirió.

Las cefaleas primarias empeoran

El Dr. García indicó que es frecuente que las personas que ya tienen una cefalea primaria sufran un empeoramiento al contraer la infección, no obstante, muchas personas diferencian la cefalea asociada a la infección de su cefalea habitual, por tener esta una topografía frontal, dolor de tipo opresivo y patrón continuo.

«Tener antecedentes de cefalea es uno de los factores que puede aumentar la probabilidad de que una cefalea en el seno de la infección por COVID-19 se cronifique», puntualizó.

Otra conclusión de este estudio fue que con mayor frecuencia los pacientes con cefalea persistente a los nueve meses tienen un dolor de características similares a la migraña.

Respecto a las cefaleas más allá de los nueve meses en estos pacientes, «según nuestra experiencia, la evolución es muy variable. En nuestra unidad estamos sesgados por la gran cantidad de migraña que seguimos y, por tanto, nuestro mayor volumen de pacientes con migrañas que han empeorado. Esto mismo ocurre con las vacunas contra la COVID-19. La migraña es un síndrome poligénico con una enorme variabilidad y cuya fisiopatología empezamos a describir. Esto mismo hace que cada paciente sea completamente diferente. Todo un reto», enfatizó el Dr. Rodríguez.

Cabe recordar que las infecciones son una causa frecuente de cefalea, tanto aguda como crónica. La persistencia de una cefalea tras una infección puede deberse a la cronificación de la infección, como ocurre en algunas meningitis crónicas, como la tuberculosa, a la persistencia de cierta respuesta y activación del sistema inmune o al desenmascaramiento o empeoramiento de una cefalea primaria coincidente con la infección, agregó el Dr. García.

«Asimismo, otras personas tienen una predisposición biológica a la cefalea, de manera multifactorial y con una herencia poligénica, que ante un determinado estímulo, como un traumatismo, una infección o por ejemplo, el consumo de alcohol, pueden desarrollar una cefalea muy similar a una migraña», señaló.

Predictores de duración y terapia

Entre los predictores de duración de la cefalea señalados en el análisis univariante del estudio, tenemos que edad, sexo femenino, intensidad de la cefalea, calidad de la presión, calidad de la presencia de foto/fonofobia y empeoramiento con la actividad física, se asociaron a una duración más prolongada en el tiempo de la cefalea. Pero en el análisis multivariante solo la intensidad de la cefalea durante la fase aguda continuó siendo estadísticamente significativa (HR: 0,655; IC 95%: 0,582 a 0,737; p < 0,001).

Al cuestionar si piensan dar continuidad al estudio, el Dr. García comentó: «Las principales preguntas que han emergido de este estudio han sido principalmente por qué sucede este dolor de cabeza y cómo puede tratarse o evitarse. Para ello estamos analizando qué posibles factores predisponen a tener el dolor y cuáles pueden ser los cambios asociados a su presencia».

Asimismo, se evalúan diferentes tratamientos que puedan mejorar a los pacientes, ya que hasta el momento, el tratamiento es empírico y se basa en el fenotipo del dolor predominante.

En cualquier caso, al día de hoy la mayoría de los médicos trata el dolor de cabeza pos-COVID-19 basándose en la similitud de los síntomas con otras cefaleas primarias. «Teniendo en cuenta el impacto del dolor de cabeza en la calidad de vida de los pacientes, se necesita urgentemente realizar estudios controlados de posibles tratamientos y de su efectividad», señaló la Dra. Patricia Pozo Rosich, coautora del estudio.

«Desde la Sociedad Española de Neurología estamos convencidos de que si en estos pacientes se abordara correctamente este síntoma desde el inicio, se evitarían muchos problemas de cronificación», concluyó.

Palabras clave: cefaleas de la COVID-19

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