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Tú dices…; Cervantes decía…

23 de abril: Día Internacional del Libro y aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. ¿Tiene todavía alguna utilidad abrir libros y leer a los clásicos en esta época nuestra de listófonos, redes sociales y tabletas? Sí, sin duda. La lectura apresurada de un resumen en la wikipedia o ver un video sobre el Quijote en YouTube no bastan, no, para entender lo que aportan las obras de Cervantes a quienes, en pleno siglo XXI, deseen aprender a expresarse de modo eficaz.

No es solo que el manco de Lepanto sea, sin lugar a dudas, la máxima figura de la literatura en lengua española de todos los tiempos y el inventor de la novela moderna, que ya es decir. Es, también, que Cervantes, como todos los grandes escritores de la literatura universal, supo exponer sus ideas por escrito de un modo que admira aún por su elegancia, riqueza expresiva, potencia comunicativa y un no sé qué que embelesa. En la vida cotidiana estamos acostumbrados a comunicarnos en un estilo ramplón y pedestre, de andar por casa. La plasticidad de la lengua, sin embargo, nos permite expresar cualquier idea de mil y una formas diversas; unas más elegantes, otras más eficaces en tal o cual contexto, otras más poderosas o directas, otras simplemente más hermosas; y otras, en fin, cuya mera posibilidad muchos hablantes ni tan siquiera sospechan. Cuantos con mayor o menor asiduidad hemos de comunicarnos profesionalmente por escrito —médicos incluidos, por supuesto— tenemos mucho que aprender de quienes, a lo largo de los siglos, destacaron entre sus contemporáneos en el uso de la lengua.

El vigués trasplantado a Pekín David Araújo (@chuzodepunta en Twitter) es capaz de sintetizar de modo admirable este concepto de que una misma idea pueda expresarse de muy distintas maneras; y la más habitual de ellas, la que oímos por la calle un día sí y otro también, no siempre es la más idónea para la comunicación culta por escrito. Copio (o adapto mínimamente) a continuación algunas de sus piuladas con frases escogidas de la extensa obra cervantina:

Tú dices: «Se hacía tarde».

Cervantes decía: «Ya la noche vestía de una mesma color todas las cosas debajo de nuestro horizonte contenidas».

Tú dices: «Nada, cosas mías, yo me entiendo».

Cervantes decía: «Un vano, descuidado pensamiento, una loca altanera fantasía, un no sé qué que la memoria cría, sin ser, sin calidad, sin fundamento».

Tú dices: «Jo, qué guapa es la Galatea esa».

Cervantes decía: «Atónito quedé y embelesado, como estatua sin voz de piedra dura, cuando de Galatea el extremado donaire vi».

Tú dices: «¿Cómo me camelaste?».

Cervantes decía: «¿Por qué camino, con qué fraude y mañas, por qué extraño rodeo entera posesión de mí tomaste?».

Tú dices: «Tío, por fin he dejado de comerme el tarro por la pava aquella».

Cervantes decía: «Ya, ya, pastor, no siente mi trabajado cuello el pesado yugo amoroso […]; ya tendrán treguas mis sospiros, vado mis lágrimas y quietud mis desasosiegos».

Tú dices: «Silena está muy buena; lo malo es que tiene las luces justas para llegar a fin de mes».

Cervantes decía: «¡Oh, cuánto más se estimara de Silena la hermosura, si el proceder y cordura a su belleza igualara!».

Palabras clave: Cervantes; clásicos; lengua española

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